Capitalismo: El precio es el planeta tierra.
Capitalismo:
El precio es el planeta Tierra
El cambio climático amenaza el futuro de la
humanidad. Dos tercios de todos los ecosistemas están degradados. Las sequías
extremas, inundaciones, tormentas y los incendios obligan a millones a huir y
convertirse en refugiados ambientales. Este es el dramático telón de fondo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que tiene lugar en
diciembre en Copenhague. (Cop15)
La declaración de 2007 del IPCC (Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU ) concluía que la temperatura media de la Tierra no debería aumentar más de dos grados Celsius sobre los niveles
preindustriales o se produciría un desastre incalculable, fue un poderoso
recordatorio de la naturaleza del problema. Sin embargo, nueve de cada diez
científicos creen que las temperaturas aumentarán más de dos grados, meta del
Protocolo de Kyoto. Un aumento de tres a seis grados antes de fin de siglo es
lo más probable.
La razón principal es que a medida que los
océanos se calientan, pierden su capacidad de absorber dióxido de carbono. Otra
terrible verdad es que hay más carbono en los glaciares polares que en toda la atmósfera. Los expertos dicen que si las
emisiones de dióxido de carbono, azufre y nitrógeno siguen como están hoy en
día, esta bomba va a explotar en los próximos 100 años. Un umbral que se está
discutiendo, un punto desde el cual los riesgos del calentamiento global ya no dependerán
más de nuestras acciones para frenarlos.
Mientras tanto, los gobiernos se reúnen
para discutir el problema, cómo lo van a hacer en Copenhague en diciembre, lo
que sugiere nuevos objetivos para la reducción de gases de efecto invernadero.
Pero las discusiones las empezaron en la Cumbre de Río de 1992 y las cosas están empeorando. ¿Por qué las
estrategias de cambio climático no funcionan?
Las políticas 'verdes' convencionales de
los gobiernos capitalistas y sus
instituciones, como la UE , el FMI y el
Banco Mundial, en la práctica, son sólo un reflejo de los intereses de las
grandes empresas. El cambio climático es
reducido a un problema aislado de la crisis sistémica según el cual el progreso
sólo está limitado por la tecnología y “más políticas gubernamentales”. Los
medios para hacer frente a los problemas siempre se ajustan a los costos
financieros y no a objetivos a largo plazo de sostenibilidad del medio
ambiente. Abordar el cambio climático en base a las ganancias de unos pocos
sólo nos lleva a callejones sin salida, mientras que la perspectiva de un
futuro sostenible disminuye.
Fuerzas del Mercado
Uno de estos callejones sin salida es el
comercio de emisiones de carbono, el sistema de créditos de carbono. Estos
permiten a una empresa o un país que reduce sus emisiones de dióxido de carbono
por debajo de la meta a vender la reducción extra como un crédito a otra
empresa o país que no ha alcanzado su objetivo. El Banco Mundial dice que el
valor del comercio de carbono se duplico el año pasado, a pesar de la crisis
económica. Esto significa que las
emisiones están disminuyendo?
Por supuesto que no. Entonces que significa
este comercio en la práctica? Un académico de Oxford que estudió el sistema,
Adán Bumpus, concluyó que "este reglamento está ahí para favorecer a los
mercados. No de hacer reducciones, se trata de hacer un montón de dinero."
La idea es que el gobierno distribuye un
número limitado de permisos para producir una cantidad limitada de las
emisiones de carbono y que la escasez de estos permisos incrementaría el costo
de las emisiones de carbono. Esto, a su vez llevaría a reducir las emisiones y
servir como incentivo económico para el desarrollo de tecnologías verdes. Por
lo tanto, según la teoría, el comprador paga por la emisión de gases de efecto
invernadero, mientras que el vendedor se ve recompensado por Heber reducido las
emisiones a más de su objetivo. El único problema es que no funciona de esa
manera.
El mercado siempre escoge la manera mas fácil
de ahorrar una determinada cantidad de carbono en el corto plazo,
independientemente de qué medidas son necesarias para reducciones a largo
plazo. El resultado es que el sistema aumenta las travas para el desarrollo de
tecnología. Por ejemplo, reducciones pequeñas generalmente pueden ser
alcanzadas de manera más barata consiguiendo tecnología un poco más eficiente,
mientras que las grandes reducciones requieren enormes inversiones en nuevas
tecnologías.
Si el objetivo principal de reducir las
emisiones es conseguir más créditos para la venta, de acuerdo con la lógica del
mercado, de forma que el comprador pueda producir la misma cantidad de
emisiones que el vendedor economizo, negociar créditos no reduce las emisiones.
De hecho, es más barato para los capitalistas comprar más permisos sin
reducción de emisiones y pasar el costo extra a los consumidores, como ya han
probado las empresas de energía.
Como Giovanni Bisignani, director de la Asociación
International de Transporte Aéreo (IATA,
en inglés), dijo: "Si algunos gobiernos aun quieren aplicar tarifas [sobre
el transporte aéreo] debemos recibir créditos de carbono para compensar cada
centavo de esos impuestos."
Este es otro ejemplo de las políticas
equivocadas de los partidos verdes, que abogan tanto por el mercado de carbono
como los impuestos verdes. Hacer las emisiones de gases de efecto invernadero
más caras no servirá de nada si la cuenta es para los trabajadores y no para
los productores. Mientras tanto, los capitalistas sonríen camino hacia el banco
con su novísima conciencia verde.
El problema con la mayoría de las
organizaciones ecologistas es estas buscan mecanismos, tales como el mercado
del carbono, impuestos verdes, leyes verdes u otras soluciones técnicas para
resolver el problema de la contaminación causada por los ricos. Incluso si las
propuestas son buenas, la cuestión sobre quién va a hacerlas cumplir permanece.
¿Los contaminantes o las personas? El sistema de créditos de carbono es malo
por si solo. Pero el hecho de que los órganos controlados por los capitalistas
o los gobiernos asignen permisos, teniendo en cuenta la lógica del mercado, hace
que mucho teman quedar en desventaja frente a poderes capitalistas de la
competencia. Hoy en día hay más permisos
en circulación que la capacidad de emitir gases de efecto invernadero!
Incluso las compañías petroleras, de gas y
carbón hablan de una "revolución verde" con la esperanza de mejorar y
refrescar su reputación. Los grupos de presión (lobistas) del gran capital
estadounidense, conocidos por su resistencia a cualquier cambio en detrimento
de sus intereses económicos, están prácticamente tirando el dinero en el plan
de energía limpia de Barack Obama. Ellos saben que el plan contiene tantos vacíos
que la industria norteamericana puede evitar cualquier reducción interna real
por lo menos hasta el 2026. Esto es porque la Ley de Energía Limpia y Seguridad pone el mercado de carbono en el
centro, permitiendo a las empresas cambien permisos de reducción domesticas
(internas) por baratos y falsos proyectos verdes en el extranjero.
Los miles de millones que el gigante
energético Vattenfall de Suecia recibió de créditos para la energía
hidroeléctrica están siendo invertidos en plantas de carbón (termoeléctricas)
en los Países Bajos y Bélgica. Esta
prevista la construcción de 50 nuevas plantas a carbón en Europa.
El nuevo y verde imperialismo
Aquí es donde el Mecanismo de Desarrollo Limpio
(CDM, sigla en inglés), parte del comercio de emisiones, entra en juego. Reúne proyectos en los países
desarrollados "que no habrían ocurrido sin el mecanismo", y reglas
muy flexibles. El consultor de MDL, Axel Michaelowa, habla de una nueva “fiebre
del oro” y de “millonarios del dióxido de carbono” creados por el MDL.
El Banco Mundial es el mayor proveedor
multilateral de préstamos para proyectos de combustibles fósiles y utiliza su
fondo climático para financiar a los gigantes del carbón, como el reciente
proyecto de carbón Tata Mundra en la India. Naturalmente , los proyectos deben ser "verdes", como el gasoducto de
África Occidental que busca dinero del MDL para reducir la quema de gas
residual en el delta del Río Níger.
Pero el resultado real es que gigantes del petróleo,
como Chevron, pueden recibir créditos de
carbono mientras siguen beneficiándose de actividades criminales. Por lo general, el objetivo del proyecto en sí
es devastador. Las Corporaciones emisoras de carbono en el hemisferio norte han
plantado eucaliptos y otros árboles exóticos en África. Estos árboles succionan
el agua de tierras agrícolas, dejando a los agricultores en la sequía, mientras
los créditos son recogidos por este "secuestro de carbono '.
Empresas como la China Hu Chemicals o Petrobras crearon sus propias subdivisiones de MDL, que reflejan
cómo las multinacionales se están apoderando de esta máquina de hacer dinero.
En este contexto, hay pocas posibilidades para ciudades y comunidades que
quieran desarrollar energía solar o de otra forma renovable.
En la práctica, no hay diferencia entre el
"verde" y "justo" CDM y la muy odiada Iniciativa Mejorada
para los Países Pobres Altamente Endeudados (programa de ajustes estructurales)
que, por ejemplo, hizo posible que la Coca Cola extrajese 300 billones de litros de agua de los países pobres
para su producción, mientras que al mismo tiempo poblaciones fueron atacadas
debido a la privatización de colectar el agua de lluvia!
Represas, desplazamiento de población y
derecho al agua
Muchos CDM están relacionados con las
represas. El incentivo para la construcción
de mega-represas ha sido justificado por bancos de desarrollo y multinacionales
como necesarios para el desarrollo de África y para combatir las emisiones de
carbono. Mientras gobiernos como EE.UU.,
Reino Unido y China anuncian grandiosos planes para energizar Afrecha y otros
esquemas de “ayuda”, las compañías pusieron en acción el modelo de “Construir,
Poseer, Operar y Transferir”, devastando los ríos de África para alimentar la
creciente demanda de energía en Europa y
así sucesivamente. Y todo es mucho más
rentable cuando se ganan créditos de carbón por eso.
Grandes represas proporcionan electricidad
para empresas multinacionales, agua para minería e irrigación para latifundios
de empresas extranjeras. Comunidades
rurales y pequeños agricultores son los últimos en beneficiarse. En las orillas del Zambezi, uno de los
mayores ríos africanos, por lo menos 40 millones de personas de 30 grupos étnicos
distintos dependen de la pesca y la agricultura para sobrevivir. Pero ahora, con 30 represas regulando la
cuenca, se produjo una reducción del 60% en la cantidad de camarones de río, de los que la población depende para su
alimentación. En un estudio de 50
represas en África, el profesor Thayer Scudde, ex asesor sobre desplazamiento
de población para el Banco Mundial, descubrió que 86% de la población
desplazada no tenia tierra y el 80% no tenía empleo. La falta de alimentos afectaba al 79% de la
población desplazada por las “represas verdes”.
Las negociaciones para ampliar el mercado
de carbono a la floresta tropical vienen a intensificar este ataque verde sobre
América Latina, donde los derechos indígenas sobre la tierra son débiles. Recientemente,
pueblos indígenas en Perú se declararon en huelga para proteger sus tierras y
derecho al agua.
Al mismo tiempo, China se esfuerza por
construir una imagen justa y verde de sí misma en África, imagen generalmente
alimentada y reforzada por los medios de comunicación, afirmando que esta
desarrollando sustentabilidad en oposición a la política occidental de
dependencia de la deuda. Pero las represas chinas son sólo para obtener
contratos de explotación para la minería, alimentos, tierra y madera. El
escritor de la revista International Review, Terri Hathaway, ha llamado al boom
de las represas Chinas una nueva generación de "colonialismo".
Políticas fallidas
No sólo la Unión Europea admitió el fracaso del sistema CDM, así como la Agencia de Cuentas del gobierno de EE.UU. se vio obligado a reconocer que
una proporción significativa de CDMs no significan la reducción de emisiones.
Irónicamente, la UE ha propuesto recientemente un nuevo sistema, " crédito
sectorial" y "comercio sectorial", vendidos como una superación
de los CDMs. En la práctica, sin
embargo, sólo reducen los ya limitados requisitos y fiscalizaciones del los CDMs de garantizar
sustentabilidad ambiental y justicia social.
El comercio de carbono y otras falsas
soluciones como biocombustibles, transgénicos, secuestro de carbono,
fertilización oceánica y almacenamiento de carbono, entre otras, son conceptos
que liberan a las industrias de cualquier responsabilidad al tiempo que les permite
obtener grandes ganancias. En abril, el ministro británico para el clima, Ed
Miliband, anunció que ninguna planta de carbón nueva sería construida sin la
tecnología de captura y almacenamiento de carbono (CCS, siglas en inglés) que
capta una proporción de carbono para ser enterrado en el suelo. La CCS es un mecanismo teórico para disminuir la emisión de gases de
efecto invernadero, basadas en la captura de dióxido de carbono emitido por las
centrales termoeléctricas. Aunque todavía no han mostrado resultados, puede
convertirse y ser vistas como un nuevo resquicio para los 'capitalistas
verdes'.
Capturar y comprimir dióxido de carbono significa
la utilización de energía adicional. El combustible necesario para una planta
de carbón con CCS se incrementa en un 25-40%, según el IPCC. Se estima que estos
y otros costos aumentaran el costo de la energía de una planta con CCS en un
2%, un costo lanzado sobre la espalda de los trabajadores en nombre de la “energía
verde”. De acuerdo con el investigador
Oscar Reyes, el modelo de planta de Vattenfall quema de 10-40% más carbón que
las plantas convencionales.
Gran parte de este esfuerzo climático
inútil esta protegido de las críticas de los sectores del movimiento ambiental.
Schuman y Harald Christiane Grefe, de los diarios alemanes Tagesspiegel y Die
Zeit, pusieron en relieve cómo las ONGs están siendo cada vez más financiadas
por las grandes empresas y los gobiernos y de esta forma dejan fuera
importantes hechos y conclusiones en sus informes y publicaciones.
Una crisis de oportunidades?
La crisis económica capitalista sacudió la suposición común de que un
crecimiento económico sin fin basado en el mercado iría supuestamente a resolver
los problemas climáticos, jamás se han acercado a esto. Esta plantea otras cuestiones como la
necesidad de democratización de la economía, de los procesos de decisión y la
necesidad de planificar la producción y el comercio mundial. De todos modos,
algunos capitalistas y líderes políticos todavía tratan de ser positivos sobre
la capacidad de los mercados y destacan las "cosas buenas" que
pudieran derivarse de la recesión.
El Panel para el Progreso de África,
presidido por Kofi Annan, por ejemplo, pidió a los líderes africanos convertir
la crisis económica mundial en una "oportunidad única" sobre la base
de "responsabilidad compartida". En concreto, Annan dice que un
aumento en la energía renovable, producción agrícola limpia y transportes “verdes” podrían fortalecer las
economías africanas mediante la inversión extranjera. También saluda con satisfacción el surgimiento
de socios emergentes como China, Brasil e India, como un medio para conseguir las
"metas de desarrollo del milenio" en África. Pero si esta recesión global es una gran
oportunidad para la acción sobre el cambio climático, porque la ONU advierte que la inversión en energías renovables cayó 44% en un
año? La respuesta es que los capitalistas invierten donde las ganancias son lo más
garantizadas posible.
La crisis capitalista convirtió a los
mercados mundiales en inseguros. Los precios subieron y se volvieron inestables,
y es por eso que los especuladores quieren comprar tierras en vez de cultivos y
alimentos. Esto inició una oleada masiva de compra de tierras en África. Ricas
corporaciones de China, India, Corea del Sur y Arabia Saudita están creando
mega-haciendas con uso de mano de obra
barata. Esta carrera está aumentando la deforestación y la destrucción de los
ecosistemas acuáticos, con grandes impactos sobre el cambio climático y la
pobreza. En Ruanda, donde 60% de la cubierta forestal fue talada y ecosistemas
acuáticos destruidos, el gobierno ha implementado el racionamiento de agua,
excepto por supuesto para las empresas que causaron el problema, y especialmente
para los bien financiados CDMs.
.
De acuerdo con el Departamento de Asuntos
Ambientales de Sudáfrica, antes del 2020
cerca de 200 millones de personas en
África podrían sufrir escasez de agua. La producción agrícola podría reducirse
en un 50%, y los ecosistemas severamente degradados exacerbarán aún más la
falta de alimentos. Un estudio del Group d'Experts Intergouvernemantal sur
l'Evolution sugiere que la productividad agrícola en el África subsahariana
podría caer a la mitad. En enero de 2008, el hambre afectó a 923 millones de
personas. Hoy ese número llega a 1.02 millones de personas, según la Organización para la Alimentación y la Agricultura de la
ONU.
Como la tragedia en Darfur muestra, el
cambio climático es también una amenaza a la seguridad. Por lo general, existe
una temporada de lluvias, la arena del desierto destruye la tierra agrícola y,
si de hecho llegan las lluvias, pueden ser torrenciales, barriendo todo el
suelo aluvial. Con la creciente escasez de tierra, los acuerdos previos entre ganaderos
y agricultores sobre la distribución de la tierra y el uso de pozos, están bajo
presión y pueden desecharse. En el norte de Kenia y Uganda, esto ha llevado a
enfrentamientos violentos. Lo que se llama "limpieza étnica" en Sudán
es de hecho el resultado lógico del robo corporativo de los capitalistas
estadounidenses, chinos y rusos, así como el colapso de los ecosistemas que
sigue.
¿Demasiado tarde para el Socialismo?
Algunos de los principales activistas
contra el cambio climático como George Monbiot de The Guardian (periódico
británico) o Joss Garman del grupo Plane Stupid (conocido por la resistencia a
la ampliación del aeropuerto de Londres), correctamente subrayan la necesidad
de actuar ahora. Sin embargo, sus conclusiones son que es "demasiado
tarde" para hablar de socialismo y no hay tiempo para "esperar" por
una solución socialista al cambio climático. Cuando la gente reconoce que las
predicciones del IPCC e incluso los escenarios más pesimistas en realidad
subestiman la velocidad de los cambios climáticos, ellos pueden estar de
acuerdo. Estamos en un apuro, sí. Pero son
estos ejemplos de confusión política de importante ambientalistas que crean la
idea de que “cualquier cosa sirve” o ya “es muy tarde”, asustando a la gente en
dirección a políticas sin sentido y lejos de políticas que de hecho deben ser
tomadas. No hay atajos.
Si algo necesita ser acelerado, es la
necesidad de abolir el capitalismo, un sistema que desde sus orígenes nos ha
llevado a desastres, guerra, hambre y destrucción medio ambiental. El problema del calentamiento global no será
resuelto por brillantes ideas basadas en el mercado o ajustes técnicos
En primer lugar, la crisis climática no es
una cuestión técnica, es una cuestión política. Ahora tenemos los medios
técnicos y financieros para detener el cambio climático, acabar con la pobreza
y la injusticia. El control de estos medios debe ser tomado por la mayoría en
lugar de dejarlos en manos de unos pocos.
La producción y el comercio deben ser
planificados y puestos bajo control democrático. El lucro como fuerza dominante
va a desaparecer en un régimen socialista y será reemplazado por la producción
orientada a las necesidades de la sociedad. Asambleas elegidas democráticamente
en los distintos niveles: local, industrial, nacional e internacional decidirán
la forma en que los excesos serán divididos, lo cual será una prioridad, cuáles
serán las metas de producción, lo que debe ser invertido para el consumo
público o privado. Estos planes tomaran
la forma de tesis de trabajo, discutido y revisado constantemente en los
órganos elegidos. La industria automovilística, por ejemplo, debe ser
nacionalizada con la producción reorganizada de acuerdo a planes creados por
los trabajadores, expertos y consumidores y ligados al desarrollo de un sistema
integrado de transporte público.
Una economía planificada también
significaría la eliminación del derroche del capitalismo. Enormes recursos no serán
gastados en especulación o publicidad y serán invertidos en producción, solución
de problemas ambientales y de infraestructura en los países en desarrollo. Hoy en día todo debe ser lucrativo sino es
cerrado. En una sociedad socialista
habar espacio para la educación, la investigación, la conversión a la
agricultura orgánica, o la corrección de otros problemas globales, áreas
prioritarias que no necesitarían generar lucro por si solas.
La tecnología debe ser aplicada de manera planificada
para sistemáticamente ahorrar energía, con modelos mucho más eficientes de construcción
para edificios, procesos industriales de producción y de energía de domestica. Debería
haber investigación y desarrollo mucho más intensivo de energías renovables
como la solar, eólica, hidroeléctrica y de la energía de las mareas, junto a
otras fuentes posibles, así como la tecnología de transmisión y almacenamiento.
Necesitamos inversiones masivas y planificadas en infraestructura de transporte
público, desde niveles locales a internacionales, basadas en los medios
energéticamente mas eficientes, trenes en preferencia a los aviones, buses en preferencia al automóvil y estimular
el uso de la bicicleta por ejemplo.
La reorganización de la agricultura a nivel
nacional y global será de vital importancia, desarrollando métodos
ambientalmente amigables en la producción de alimentos Durante décadas, la agricultura capitalista
intensa ha degradado la tierra. A nivel internacional, muchos países
exportadores de alimentos se han convertido en dependiente de uno o dos
productos y son vulnerables a las fluctuaciones de los mercados mundiales. Los
problemas de la gigantesca agroindustria internacional por un lado y la explotación
de los pequeños agricultores y campesinos sin tierra por parte de los
terratenientes por otro lado, requieren de soluciones socialistas. Medidas
urgentes deben ser tomadas para restaurar los ecosistemas degradados, como
bosques, lagos, océanos o en las áreas
agrícolas.
Sin lugar a dudas, se necesita más
investigación para lograr estos amplios objetivos y nuevas tecnologías deben ser probadas. Por
supuesto, las corporaciones capitalistas, independientemente de cualquier
regulación ambiental impuesta por los
gobiernos, nunca enfrentaran seriamente los problemas de destrucción del medio
ambiente. Estos objetivos requieren la planificación socialista a escala
mundial. Las más rentables industrias hoy se basan en la total explotación de
los recursos humanos: la industria del sexo, tráfico de personas, armas y
drogas. Detener el cambio climático
depende de la construcción de una sociedad basada en una producción que tenga
sentido para las necesidades de todos y no para la ganancia de unos pocos.
Mattias Bernhardsson,
Militante del CIT en Suecia
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